Recuerdo una frase que me dijo mi abuelo cuando era todavía una jovencita. Ahora le doy un sentido más completo y comprendo el mensaje escondido tras ella: “Una casa sin libros es una casa sin alma, sin ventanas y con barrotes”. Una casa sin alma, porque no surgen historias de las páginas que no existen. Sin ventanas, porque no somos capaces de ver en el exterior que hay otro mundo esperando ser descubierto y explorado. Con barrotes, porque la ausencia de conocimiento nos encarcela y vuelve ciegos, no vemos más colores que el negro y blanco, ni comprendemos más opiniones que la nuestra propia.
He de reconocer que, cuando entro en la casa de un amigo, familiar o conocido, me agrada contemplar la presencia de libros. Dice mucho sobre la persona, y en función de que géneros lea, sabes que siempre tendrás algo de lo que conversar, intercambiar inquietudes sobre un tema o exponer tu opinión sobre una materia, momentos para compartir a través del diálogo. Hablar, pero sobre todo escuchar. Escuchar para aprender. Y aprender para enriquecerte a nivel intelectual y espiritual. Un lujo que deberíamos de cuidar con esmero y afecto. Leer nos abre un mundo extraordinario al conocimiento y al saber. El conocimiento te brinda libertad, es una de las máximas fuentes de poder del ser humano, y se produce gracias a tres variantes: el aprendizaje, la experiencia y la introspección. Nuestras experiencias pueden ser mucho más gratas a través de lo que leemos, aprendemos y ponemos en práctica. La educación es también la otra manera más común de adquirir conocimiento. Sin embargo, y con independencia de la educación que recibamos, hay que tratar de ejercitar la mente para abrirse nuevos caminos. El conocimiento te aproxima a la sabiduría y esta, por tanto, nos enseña valiosas lecciones de la vida; la verdadera estimación de las cosas. El conocimiento es la mejor inversión que puede hacer un individuo, porque antes o después siempre recogerás sus frutos. Y como diría nuestro amigo Descartes: “Daría la mitad de lo que sé por la mitad de lo que ignoro”. Sé más que ayer, pero la ignorancia es infinita, así que trato de aprender todos los días un poco más.