Como decía en mi post anterior de “Una casa sin alma”, si la experiencia nos aporta conocimiento: ¿cuántas experiencias nuevas nos aporta el viajar? Hoy, viajar está al alcance de todos los bolsillos; aunque depende del destino, claro. Lo único que nos condiciona más que el dinero es el tiempo. ¿Y de cuánto tiempo disponemos para viajar? Unos más que otros, probablemente, pero no todo del que quisiéramos. Me gusta viajar, no solo para desconectar de las responsabilidades diarias, o recuperar fuerzas para afrontar otro año, sino sobre todo para conocer otras culturas. Viajar nos abre la mente, nos vuelve más tolerantes y nos hace comprender cómo funciona el ser humano en sus distintas facetas. “La pluralidad de culturas potencia la imaginación humana y nos abre a nuevos escenarios de reflexión y contemplación”. Y cuánta razón tiene el autor de esta frase: Carlos Blanco Lozano. Os invito a viajar y a leer su libro Más allá de la cultura y la religión.
La primera vez que cogí un avión tenía 6 años. Estuve en Londres. Y a lo largo de mi vida he tratado de viajar cada vez a un país diferente. Bien por su riqueza arquitectónica, bien por su historia o por su gente. Deleito a mi espíritu y a mis sentidos de las bondades que cada país me ofrece e intento empaparme de su idiosincrasia y esencia. Algunos de los países que me han encantado, por uno o varios de estos motivos, son: Namibia, Venezuela (Los Roques), Suiza, Italia, Francia, Jordania, Israel, República Checa, México. Próximo destino: algún país del continente asiático. Si por alguna razón no puedo viajar, leo un libro, y ahí, esté donde esté, siempre puedo viajar a los lugares más recónditos de este mundo y del que imagino yo misma cuanto me atrapa una buena novela. Siempre seré una apasionada del arte, la danza, la comida y las gentes. Sedienta siempre de culturas. ¿Y vosotros?